Cursillos de Cristiandad

Quiénes somos

Imagina por un momento que fueras capaz de desterrar de tu vida, en cualquier situación, la angustia, el miedo, la ansiedad, el vacío interior, la incomprensión, la soledad, la falta de sentido de tus días y de tus noches.
Imagina que te sintieras fuertemente valorado/a, amado/a, apreciado/a, que supieras que te aman intensamente, con tus defectos, con tus inseguridades, con tus vacilaciones. Imagina que ya no tienes por qué esforzarte por dar la talla, porque hay alguien que te ama así, tal como eres. Imagina que fueras capaz de sentirte bien en cualquier circunstancia, de sentirte en armonía contigo mismo/a, de no estar sometido/a a las pasiones, de ser capaz de dominarte a ti mismo/a, de ser señor/a de ti mismo/a.
Imagina que todo lo que te pasara adquiriese sentido para ti; que tu realidad de cada día se iluminase con un sentido nuevo, con una especie de magia, transformándose en un conjunto de señales que te indican con seguridad hacia dónde debes ir.
Imagina que incluso hasta el dolor, el sufrimiento, tuviera significado para ti, que vieras que trae algo bueno a tu vida, que se convirtiera para ti en algo dulce y luminoso.
Imagina que dejases de temer, absolutamente, a la vida o a la muerte.
Imagina que tuvieras la necesidad imperiosa de estar agradecido/a por cada uno de los momentos de tu vida.
Imagina que fueras capaz de sentir en tu interior una paz y una alegría duraderas, inamovibles, sólidas, perennes; que ni los éxitos ni los fracasos te desbordasen de emociones positivas o negativas, sino que todo, absolutamente todo, lo vivieras con una intensa paz en tu interior.
Imagina que no tuvieras más remedio que vivir desde un optimismo inquebrantable, que pulverizases los momentos amargos de tu vida transformándolos inmediatamente en luz, en conocimiento profundo, en paz interior.
Imagina que tus facultades se potenciasen muy por encima de lo acostumbrado; que cada uno de tus días tuviera muchas más horas para ti; que sintieras que estás muy ocupado/a (adiós al aburrimiento) y que, al mismo tiempo, siempre tuvieras tiempo libre.
Imagina que los demás se dieran cuenta de que eres una persona nueva, que quisieran estar a tu lado, que quisieran compartir su vida contigo, porque tienes algo que les ilumina, que les conforta, que les ayuda a vivir, que les guía; porque saben que eres especial, diferente, mejor.
Pensarás que conseguir transformarte en alguien que sienta así, que viva así, es imposible para ti, ¿verdad?
Pues bien: no te equivocas lo más mínimo. Conseguir esto es imposible para ti solo/a. Pero imagina ahora que existiera un ser humano que pudiera estar contigo cada uno de los segundos de tu vida, que pudiera guiarte, atenderte, iluminarte, aconsejarte; una especie de consultor personal a tiempo completo, de día y de noche, 24 horas al día y 7 días a la semana. Imagina que este consultor fuera un experto en las cosas de la vida, como un psiquiatra, como un confesor; alguien que conoce perfectamente tus miserias, que te conoce a ti mejor incluso de lo que tú mismo crees conocerte; alguien que estuviera dispuesto a contestar inmediatamente todas tus preguntas, alguien con el poder de ayudarte a realizar en ti esa transformación que daría a tu vida su verdadero sentido; alguien que trabajaría contigo gratis, para ti, por ti, simplemente por amor a ti ¿Será posible que exista ese consultor personal experto y que se pueda poner a tu entera disposición?
Sí, existe; ya sé que parece increíble, pero existe. Se llama Jesucristo.

Ven… y verás

“Volviose Jesús a ellos, viendo que le seguían, y les dijo: ¿Qué buscáis? Dijéronle ellos: Rabbí, que quiere decir Maestro, ¿dónde moras? Les dijo: venid y ved. Fueron, pues, y vieron dónde moraba, y permanecieron con Él aquel día. Era como la hora décima.” (Juan 1, 38 – 39)

Dónde estamos

Para más información, ponte en contacto con Diego.